Hoy se cumplen cinco años desde ese fatídico viaje. Digo "fatídico" no porque algo malo haya pasado, sino porque soy dramática y el peso de los buenos recuerdos me hunde cabrón. Casi un año desde nuestra separación, una de muchas, la última. Y pueden preguntarse por qué sigo escribiendo de esto si ya lo superé o ya pasó, o ya estoy mejor y lo cierto es que yo sólo puedo entender las cosas que me pasan cuando las escribo. Y créanme, he estado escribiendo todo esto, de inicio a fin, saltándome partes, enfocándome sólo en detalles, al revés y muchas veces, con la esperanza de procesarlo mejor. El trauma, el abandono, la deshonestidad, la ira, la agonía, la alegría, nuestros planes, sus cartas de amor, mi impulsividad, su risita entre dientes cuando encontraba algo gracioso que yo decía, mis sueños, sus manos, el brillo de sus ojos cuando me miraba, la negligencia, su apatía y mi cinismo. No voy a mentir, a veces cuando la extraño mucho busco detonarme para soñar con ella. Ya no