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28

 Me siento como esa escena de Buscando a Nemo cuando los peces en bolsas con agua llegan al mar y uno dice: "¿Y ahora qué?" XD

Cumplí veintiocho el sábado pasado. ¿Y ahora qué? No pensé que fuera a vivir tanto. En verdad. Suena estúpidamente emo y de attention whore pero es cierto. Lo he sabido desde hace mucho tiempo, en un punto crucial de mi adolescencia.

Tenía quince años cuando me di cuenta que mi vida no iba a ser larga. No porque me hubieran diagnosticado alguna enfermedad, ni por algo similar, sino porque me hice consciente de lo mucho que vivir no es para mí.

¡Y oigan, que ya sé que suena bien dramático y enfermo! Pero es cierto. Ojalá pudiéramos hablar más sobre el tema desde un enfoque sincero y compasivo pero yo sé que la muerte, la eutanasia y todo es bien de tabú.


Y, bueno, nada como empezar hablando de mi muerte para contarles acerca de mi cumpleaños 28. Típico de mí.




Voy a confesarles que tenía un chingo de tiempo sin disfrutar de mi cumpleaños. Creo que desde que cumplí efectivamente quince años dejé de emocionarme. La ansiedad de las fiestas familiares se fue convirtiendo en apatía cuando me hice mayor y tenía control sobre mis planes. Quizás uno o dos cumpleaños en que las pasé con mis amistades, pero en general cuando llegaba ese día sólo sentía un vacío incomodísimo.

Sabía que tenía que estar feliz, porque todes a mi alrededor lo estaban -o al menos eso parecía- pero no lo estaba. No estaba feliz ni satisfecha ni nada. Y no tenía nada que ver con el hecho de crecer, porque me parece que está muy de moda entre mi generación el miedo a envejecer y así, pero eso era lo último en mis preocupaciones.

Por el contrario, cada cumpleaños era un recordatorio de lo mucho que no había logrado, que no estaba haciendo. De todas mis malas decisiones, de las pocas buenas. De que seguía viviendo, por y a pesar de. Que no era lo que yo quería. Que me quedé esperando que se cumplieran las promesas que me habían hecho.

Que nada se movía. Ni mi cuerpo. 



Me emocionaba tener veintisiete años, porque me parecía una edad mágica. Pero un día antes quise morirme, con todas mis fuerzas. Y todo ese año así fueron mis días:

-Hastío

-Soledad

-Querer morirme

-Esforzarme en hacer mejor las cosas, porque ya no puesto estar aquí ni así-

-Querer morirme

-Bañarme y dormir


Más allá de una separación, algo que sucede a diario y hasta el fin de la humanidad, siempre fue algo más para mí, porque no sólo era romper con una persona a la que amé por mucho tiempo, sino romper con el concepto que tenía de muchas cosas.

Fue como caerme de bruces ante una realidad que de gentil y compasiva no tenía nada. Y estaba sola, sola yo y mi dolor.

Lo cierto es que ya llevo varios años con depresión. Creo que desde que me titulé, quizás un poco después. Luego vino la renuncia y la caída y el alcoholismo, y la soledad, y la falta de dinero y las peleas con karli y la solitud, la amargura, los errores, todos los puentes que quemé detrás de mí, todas las agresiones que viví, la resaca, las pesadillas...

Y querer morirme, como nunca antes. Despertar cada mañana EMPUTADÍSIMA porque no tenía fuerzas para enfrentar ese día. Porque quería hacer un hoyo en la tierra y esconderme ahí para siempre. Porque no quería salir al mundo a fingir buena cara, a decir mentiras, a esforzarme. 


Deos mía, no voa mentir, pero sí hubieron varios días que estuve así *inserte emoji de dedo índice y pulgar acercándose* de que fuera mi último día.

Tuve que poner en pausa mi hobbie de empedarme hasta vomitar, porque sólo estaba acentuando mi ideación suicida. Puse un límite saludable para cuidar mis pocas fuerzas y enfocarlas en escribir, que es lo único que me sale más o menos bien. Dejé de esperar que [ya saben quién] y [ya saben quién 2] fueran a cambiar.

Supongo que cuando me resigné a que esto era lo único que tenía, yo misma, fue cuando pude sacudirme un poco la amargura y ponerme a hacer lo mío, poco o mucho.


Casualmente mientras terminaba de escribir La Chica Más Triste del Mundo (una novela corta que escribí en unos cuantos meses) me di cuenta que quizás darme la oportunidad de experimentar con todas las cosas que quiero vivir me darían un motivo para dejar de sentir tanta desesperanza.

Por eso cuando mi hermana insistió en que la dejara organizar algo para mi cumpleaños la dejé. Cuando recordé que ella tenía un churro por ahí, le pedí que me diera. Cuando sentí toda el arca de Noé dentro de mí, me armé de valor para abrir mi corazón. Cuando creí que mis amigas no se acordarían de mí porque seguramente tienen cosas más importantes qué hacer, sus palabras de amor llegaron hasta mí durante todo el día.

Cuando pensé que estaría mejor muerta fue cuando me hice consciente de todas las cosas que quiero hacer todavía.





Al final, sigo creyendo que mi vida no va a ser muy larga. ¡Pero tengo muchas ganas de hacer tantas cosas!!

Y agradezco mucho que lo que sea que tenga por dentro -quizás posesión demoniaca, algunos dirían que es enfermedad mental pero prefiero darle un toque artístico!- que me hizo seguir cuando ya no quería ni podía haya resultado tan efectivo, porque aquí estoy a mis veintiocho y las cosas no se ven tan mal desde acá!


Pd: Si tienen curiosidad de saber cómo me fue con la mota, diré que la dosis que consumí fue baja pero me puso risueña y dormí riquísimo, ¡Sin pesadillas! Voy a fumar diario a partir de NOCIERTO.

Pd2: Tomé un chingo el sábado y todo el día de ayer estuve muriendo de resaca y como Yisus resucité al tercer día!!






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