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Rompiendo el contacto cero

 

   En los últimos años me he esforzado en no dejarme llevar por mis más perversos arrebatos porque eso nunca ha acabado bien. Señora Impulsividad es como deberían llamarme.

Ahora que ya casi tengo treinta y debo ser más adulta (la mierda que eso sea que signifique), trato de pensar mejor las cosas antes de hacerlas. Por lo menos darme cinco segundos de reflexión: ¿Es esto que estoy a punto de hacer/decir inteligente, prudente, necesario?

Casi siempre la respuesta es NO. ¿Pero cuándo me ha detenido mi propio juicio?


Rompí el contacto cero. Dos veces, después de todo este tiempo. Qué vergüenza me da admitir todo esto, ¿Saben? Principalmente porque fui yo la del adiós, la que les dijo que chuparan faros y me dejaran en paz.

Había estado tranquila y en paz con esas decisiones. No soy más feliz, por supuesto, pero estoy en calma. Tan en calma que por primera vez en todos estos casi diez años que llevo escribiendo mi blog pasé todo un mes sin actualizarlo porque nada interesante o angustioso me había sucedido.

Estaba tranquila como un muerto.

No sé qué me poseyó, en verdad. Podría culpar al alcohol pero dudo que haya sido su influencia porque estar ebria es algo que me sucede seguido y que jamás se había interpuesto en esto. Quizás fueron las pesadillas, la solitud. La falta del dolor que es necesario en el día a día para recordarnos que estamos vives.

No sé. ¿La música triste? ¿Mi evidente incapacidad de estar sola sin volverme autodestructiva?





La primera vez, con [inserte nombre de ya saben quién] estaba ebria, lo admito. El día anterior había tenido un sueño extrañísimo y no me podía quitar esa sensación de mi piel. Le di vueltas y vueltas hasta que me encontré acostada en el sillón, a la mitad del segundo fourloko y abrí la app de outlook en mi teléfono: Escribí una pendejada, mal escrita por mi estado, obvio.

Sabía que el correo era la única manera de contactarlo. He borrado su número de teléfono, lo tengo bloqueado de mis redes sociales, así que sólo quedaba ese hilito por el que alguna vez nuestro romance floreció.

Escribí algo que, si bien no es mentira, era innecesario. Me arrepentí unas horas después y deseé que no le hubiera llegado, que nunca fuera a leerlo. Me sentía avergonzada y tonta, humillada -otra vez- por este amor.

Me sentía tan avergonzada que estuve los siguientes días odiándome, no comiendo, durmiendo mal. Lo veía en mis sueños y en mis sueños todavía quería quererlo. Y al despertar sólo me aplastaba esta desesperación.

Yo abrí esta estúpida caja de pandora, yo debo cerrarla.


Creo que luego de todo este tiempo no he sabido cómo. No he podido cerrarla. Tal vez ni siquiera sé si quiero.


No obtuve respuesta y eso es una respuesta. Una parte de mí se alegra porque no sabría qué decir en caso de que me hubiera contestado. ¿Una mentada de madre sería demasiado honesto? ¿Un ups, perdón, estaba ebria demasiado casual?

Otra parte de mí se entristeció, claro. Y otra exhaló con mucho alivio.

No hay aliciente más poderoso que el saber que ellxs están mejor sin mí. No tengo ninguna razón para volver, ni crimen por pagar, ni error por enmendar.


Tengo que perdonarme, no sé cómo, y para acabarla de chingar, hice lo mismo pero ahora con [inserte nombre de ya saben quién]

Esta vez no estaba ebria y no fue un mensaje mal escrito. Fue toda una carta, a las diez de la noche, desde el outlook de mi teléfono.

Una carta que estuve reflexionando todo ese día. Ojalá pudiera decirles de qué iba pero siento que es tan personal que cualquiera que no sea ella no entendería ni una mierda.

También como lo anteriormente expuesto, no eran mentiras pero sí cosas completamente innecesarias. 

No sé qué me hizo hacerlo, en verdad. No sé qué puedo decir para hacer que me crean, porque yo estoy convencida:

Quizás no esté mejor ni sea más feliz pero estoy más tranquila. Y genuinamente creo que es algo muy bueno.



Hice una playlist llamada "Para cuando te extraño" con música tristísima de todos los géneros que me gustan y me sirve para cuando quiero sentirme miserable y saberme viva, porque incluso en el duelo de estos dos amores, celebro sentirlos aunque ya no sea igual, y celebro saber que puedo amar de esta manera.


Intento tomarme todo con buen humor. Sí, la cagué, ¿Pero no es recaer parte del proceso de sanación? Al menos no hice algo (más) estúpido. Siento que mi necesidad de expresarme era sólo eso: Expresarme. No contactarme.

Todavía me siento avergonzada si lo pienso, pero no quiero castigarme. He hecho todo como mejor he podido, me he esforzado mucho por estar en un buen lugar. Creo que merezco paciencia.


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