Recuerdo que una de las partes que más me emocionaban de finalizar cada año era abrir un nuevo blog de esta serie llamada A Very Charlie Marian Story. Me encanta mi blog, me encanta venir a emocional y psicológicamente desnudarme aquí frente a ojos de extraños y sin embargo este año consideré seriamente la posibilidad de dejar de escribirlo. Desde hace unos años que mi vida se siente como una pausa en arenas movedizas. Un acto en slow motion. Nada me pasa, nada sucede y aunque en un principio era una monotonía que NECESITABA ahora se ha vuelto tan pesada, me está costando mucho ponerme de pie otra vez. He tenido algunos trabajos, ninguno estable y ninguno relacionado a mi carrera. He tenido mis dudas sobre si volver, ahora estoy convencida de que no tengo otra opción. Se me están pasando los años y yo ya no puedo ni quiero seguir en este mismo lugar: Viviendo con mi familia, a la expectativa de un freelanceo que me paga cinco pesos... ¿Para qué? ¿Para dedicar todo mi tiempo a escribi
La mayoría asocia las festividades de diciembre con momentos de diversión, de melancolía y de alegría. Para mí no ha sido así. Desde que tengo memoria, navidad ha sido una fiesta estresante, tensa, que nunca he terminado de entender. Pero vamos por partes, como diría Hannibal Lecter. ¿De dónde viene mi desprecio hacia la festividad capitalista por excelencia? Mis quejas van desde lo exterior hasta lo interior. Si bien celebrar esta fiesta en la familia de mi madre siempre es, por demás, traumático y desgastante, lo cierto es que incluso desde afuera, allá en el mundo, lo encuentro irritante. Los adornos son espantosos, toda la larga lista de películas manipuladoras y a-históricas, la idea hipócrita de que celebramos el nacimiento de Yisus siendo todo lo que él despreció en el canon -no, no me refiero a queers y trabajadores sexuales, sino a ser unos pedantes alzados de porquería- Los intercambios. Déjenme empezar por los putos intercambios: Si existe alguna dinámica que encarna a la